Paseando por las calles residenciales de Davis uno suele
toparse con casetas de madera instaladas en los jardines de las casas, donde
los propietarios colocan sus libros favoritos para disfrute del vecindario que
puede tomarlos prestados o sustituirlos por otros, asegurando así la renovación
del catálogo.
Aunque parezca la enésima manifestación de buenrollismo
davisite, la iniciativa se inició en 2008 en Wisconsin y rápidamente se
extendió a medida que los estados vecinos tomaban ejemplo y se sumaban convirtiéndolo
en un fenómeno a escala global. A inicios de año se estimó en 15000 el número
de microbibliotecas dispersas por el planeta.
Si sumáramos el contenido de todas podríamos hacernos una idea bastante aproximada de los gustos y preferencias del lector medio:
En este mapa podéis consultar el emplazamiento de la más
cercana. Las hay en lugares remotos como Alaska, Islandia o incluso Tasmania.
Aunque no están todos, claro: En Davis sólo figuran tres (entre ellas una
cabina de teléfonos británica reciclada) cuando nosotros hemos avistado muchas más. Mientras
que en España consta una; lo cual debe ser necesariamente un error.
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